martes, 15 de febrero de 2011

Vergüenza Torera

La semana pasada hizo muy buen tiempo. Y ya se sabe; cuando en pleno mes de Febrero salen dos días de sol, los humanos salimos como los caracoles a pasear, a ver si en veinte minutos mientras nos comemos el bocata conseguimos quitarnos ese color verduzco que se nos ha quedado y ligar bronce.
En realidad, lo más normal es que consigamos un estupendo resfriado, porque aunque luzca el sol, no calienta ni un carajo y como nos ponemos enseguida en manga corta, pues pasa lo que pasa.
Pero la semana pasada, hubo un par de días que sentado en un banquito cara al sol, hasta se podía quitar uno el jersey sin riesgo aparente de neumonía subyacente.
Lo que sucede es que el ser humano no conoce límites, y pasamos de la camiseta al desnudo integral en un momento.
Sobre todo esa especie de humanos, que ha perdido ya toda vergüenza y decoro y se despelota sin complejos ante los ojos atónitos del resto de especies que pueblan el mismo ecosistema.
Me estoy refiriendo a las señoras jubiladas, en especial a las que están algo entradas en carnes, y que con una naturalidad pasmosa e incluso peligrosa, lucen sus cuerpos lustrosos en cuanto aparece un rayo de sol.
Y es que hace unos días paseaba yo por el paseo de la playa de Ereaga, con un sol expléndido y una temperatura para quitarse la "rebequita", no más, y seguir a gusto, cuando vi un banco vacío al que le daba el sol, y me dirigí hacia él para sentarme un ratito.
Cuando estaba llegando al banco en cuestión se sentó un señor con un perro muy grande, por lo que desistí en mi intento y me senté en el banco de al lado donde había otro señor.
A los cinco minutos, comencé a notar el calorcito, pero lo acompañaba una brisita estupenda y pensé que estaba en la gloria. El señor del perro, que era tan grande como su mascota, comenzó a resoplar y se puso en otro banco a la sombra. Pensé entonces en cambiarme al banco vacío, pero me pareció que el hombre de mi banco iba a pensar que me cambiaba por su culpa y me dio corte.
En ese momento una señora se sentó en el banco vacante.
Llevaba puesta una chamarra, un jersey y se le veía una camiseta por debajo. Unos pantalones piratas anchos, zapatillas de deporte y calcetines. Hasta ahí todo normal.
En cuestión de segundos, la señora se descalzó y puso las zapatilla bajo el banco. Se quitó los calcetines y los metió en las zapatillas. Se despojó de la chamarra, y del jersey y se quedó con una camiseta de tirantes que dejaba a la vista unos brazos, rollizos y potentes.
A continuación se remangó los piratas hasta las ingles y se dispuso a tomar el sol.
El aspecto de la señora era para echar a correr, pero lo peor era la pose.
Se había sentado en mitad del banco, con lo que dejaba patente que no tenía ninguna intención de compartirlo,( que tampoco hubiera sido fácil, por el volumen en sí de la señora), y además se colocó con la cabeza hacia atrás, los brazos en cruz y las piernas abiertas ( o Dios mío)
Aquello era un cuadro. La señora sudaba profusamente, y la gente no sabía si hacerle una reanimación cardio-pulmonar o llamar a un exhorcista.
En mi casa, cuando algo nos chocaba, por raro, solíamos decir: ¿qué diría la bisabuela (que siempre tenía algo que decir) al respecto?
En este caso mi bisabuela hubiera gritado si reparo : ¡ horror, terror y pavor¡ y hubiera acusado a la señora de escándalo público.
Ahora ya no. Sólo la mirábamos todos con los ojos como platos intentando imaginar a la misma señora echando la bronca a su hija por llevar la falda demasiado corta¡¡
Igual era una adorable abuelita, que hacía unas estupendas croquetas ( tenía pinta de hacer croquetas, y de comérselas también) pero el espectáculo experpéntico de su cuerpo serrano literalmente desparramado por el banco me costó mucho superarlo.
Hago un llamamiento con toda humildad y desde el corazón:
Señoras, por favor, por lo que más quieran, tengan ustedes cuidado con herir la sensibilidad del resto de la humanidad. El sol es bueno y recarga las pilas, pero hay que tomarlo con moderación y despelotarse de a poquitos, porque tan de repente le puede sentar mal a cualquiera.
Sobre todo al del banco de al lado.

Un poquito de por favor....

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