martes, 24 de mayo de 2011

Los aviones

Viajar en avión hoy por hoy es algo muy normal. En algunos trabajos imprescindible, y de una u otra manera todos en alguna ocasión debemos hacer uso de él.
Pero hay gente que lo pasa verdaderamente mal al volar y tiene que hacer un esfuerzo muy grande para subirse a un avión.
Ya casi nadie, salvo que el miedo sea absolutamente insuperable, deja de ir a un viaje porque lo pase mal en el avión, pero muchos lo superamos a base de pildoritas que nos lo hacen un poco más fácil.
O eso creemos.
Recuerdo un vuelo que tenía que hacer a Viena con mi marido.
Para él era un viaje muy importante porque lo había ganado con su esfuerzo y al viaje iban todos los jefazos de su empresa.
Para mí era estupendo ir a Viena a todo plan, invitada por la empresa de mi marido, pero yo no conocía a nadie y me iban a presentar a un montón de gente importante, por lo que estaba un poco nerviosa.
Además, como intuiréis, lo paso bastante mal en los aviones así que los nervios según se iba acercando el día del vuelo, se me estaban empezando a agarrotar en la garganta, y el pánico se apoderaba de mí.
Fui a mi médico a pedirle una ayudita y me recetó unas pastillas. Media o una, según te veas, me dijo.
Eso es un poco impreciso, porque yo me veía para tomarme tres o cuatro, pero en fin, me las llevé, y me dije a mí misma que sólo las tomaría si era necesario de verdad.
En la salita junto a la puerta de embarque, me noté nerviosilla que te cagas así que aprovechando la cuarta vez en media hora que iba a hacer pis ( por si acaso en el avión no funcionaba el water, que todo puede ser), me tomé una pildorita entera, para tener un vuelo relajado.
-Si te duermes mejor- me dijo mi marido. Así se te hace más corto, y cuando despiertes ya estamos.
- A ver si es verdad- pensé yo.
Entramos en el avión.  Teníamos el asiento B y el C de la misma fila.
Me pidió por favor sentarse en el pasillo, porque las piernas en el medio no le entraban bien, y sacando la rodilla al pasillo estaba mejor.
Me daba igual porque pensaba dormirme así que me senté en el medio. El asiento de la ventanilla estaba libre, y recé para que así siguiera, para cambiarme cuando hubiéramos despegado.
El último en entrar al avión era el de la ventanilla. Qué casualidad. Y además era el super jefazo de mi marido, al que no conocía más que de oídas y me daba miedo pensar en él, porque al parecer era muy estricto.
Resultó que era bastante majo,me lo presentó mi marido y se sentó en su asiento.
Comenzamos en agradable tertulia, hasta que el avión empezó a moverse y yo me puse tensa.
Entonces me callé, como hago siempre que estoy nerviosa y cerré los ojos.
Mi marido y su jefe seguian charlando, y yo en el medio comencé a notar que la pildorita hacía su efecto y fui perdiendo el contacto con la realidad, primero a momentitos y luego ya a momentazos.
Quería decirle a mi marido que me cambiara el sitio, pero me daba apuro, por si su jefe pensaba que era descortés, y deseba fervientemente que fuera él el que lo dijera, pero igualmente supongo que no le parecía bien sugerirlo.
Así que nadie me cambiaba el sitio y yo, no era que no pudiera seguir la conversación, sino que la cabeza empezó a darme bandazos a los lados y para adelante y la baba se me caía por el costadillo, de la semiinconsciencia que me embargaba.
En mis ensoñaciones veía a mi marido poniendo cara de querer matarme, mientras me empujaba la cabeza hacia atrás, aunque irremediablemente volvía a caer hacia delante, impidiendo que los dos señores pudieran verse las caras, y el jefazo me miraba atónito y se inclinaba para seguir hablando.
No sé cuánto estuve así. Medio dormida, quiero decir. Porque en algún momento me quedé dormida del todo y ya no me volví a mover.
Desperté cuando ya aterrizábamos y me esperaba una reacción negativa de mis dos guardaespaldas ( o guardacabezas, según se mire) pero al desabrocharnos los cinturones, el super jefe me sonrió y me dijo:
- Qué, algo de sueño?
- Sí, en fin ...es que lo paso mal en los aviones...... y me mareo...los oidos....( en vez de soltarle: tronco, es que con la pirula iba medio drogada)
- Si nos lo hubieras dicho te habría dejado la ventanilla...
- Claro, cariño- apuntó mi marido- Cómo no nos has dicho nada....

Pues ala, la próxima vez, pediré ventanilla para poderme descalabrar contra ella y llevaré un cartel que diga: ¡¡¡Cuidado, mujer medicada contra el pánico al avión¡¡¡
Para que sepan a qué atenerse.

martes, 17 de mayo de 2011

Renuncio¡¡¡¡

Cómo nos cambia la vida cuando somo padres¡ A que si? A todos claro, hombres y mujeres, aunque la percepción es bien distinta entre unos y otros, prueba inequívoca de que los hombres y las mujeres somos completamente diferentes, por mucho que se empeñen "Aído and company" en igualarnos.

El otro día escuché una conversación que me llegó al alma:
Unos chicos, hombres o señores, como prefiráis, de unos cuarenta tacos, estaban comentando con verdadera angustia:
- Yo, de verdad os digo, he renunciado a muchísimas cosas por ser padre.
- Ya apenas veo alguna carrera de Fernando Alonso
- Es cierto, y las motos, ni me acuerdo de cuando las he visto, con lo que a mí me gustaban..

Lo decían con cara de pena, porque es cierto que si eres un apasionado de los deportes de motor, y no puedes ver las carreras, te fastidia mucho. Yo lo entiendo. Seguí oyendo lo que decían, porque me dió pena que otro se lamentara, y con razón, de que ya no podía ir a San Mamés a ver al Athletic o que desde que nació su hijo sólo podía ir muy de vez en cuando a jugar al padel.
Que habían tenido que renunciar a levantarse los sábados a las once, porque su hijito jugaba con el cole a las nueve de la mañana, o que ya ni siquiera intentaban echarse una siesta de más de veinte minutos porque su niña se levantaba de la siesta como un reloj para jorobarles su momento.
Y por supuesto, la renuncia más gorda es que en vez de un deportivo todos tenían ( y tienen)  un todo terreno porque las maletas y las sillitas no les cabían en el Mini.

Es cierto. Tienen razón y no seré yo quien se la quite.

Las mujeres también podríamos decir algo semejante.
Lo que sucede es que jamás lo haríamos. Ni por asomo, ni por nada del mundo.

Una mujer jamás dirá que ya no ve "Amar en tiempos revueltos" porque coincide con la hora de salida del niño,  o que ha renunciado a ver una película entera porque tiene que hacer los deberes con los críos, o que ya jamás podrá volver a ir a hacer aerobic porque no hay nadie que le cubra ese rato.
Jamás se quejará de que ya no se puede pintar las uñas, porque haciendo purés le duran un día, o que ya no lleva escotes, porque después de dar de mamar se le han quedado los pechos como dos pimientos, y tampoco se atreverá a protestar porque le sobran diez kilos del tercer embarazo en el que tuvo diabetes y que no consigue bajar, o comentará que no puede ponerse bikini porque tiene una cicatriz de la segunda cesárea que le llega hasta el ombligo.
Nunca dirá a nadie que ya no lleva pantalones ajustados porque se le nota la compresa para las pérdidas de orina, y ni por todo el oro del mundo se quejará de las calvas del pelo que le dejó la lactancia.

Y tampoco, señores, dirá nada sobre la pérdida de aquel ascenso en el curro, porque pidió reducción de jornada, o de cómo tiró a la basura toda su vida profesional por seguir a su marido por todo el país mientras tenía tres hijos.
Ni se quejará de que nadie le de las gracias por estar las veinticuatro horas del día pendiente de su familia, sin fines de semana o vacaciones en Agosto.
Ni llorará delante de sus hijos por lo frustrada que se siente, cuando su hijo le grita que la odia por no dejarle ir a un cumple, o cuando su marido le escupe que está muy ocupado para atender a sus asuntillos domésticos.

Y no lo hará, no porque no sea cierto, como lo de los hombres,que lo es, no porque no tenga ganas, que las tendrá, sino por vergüenza torera.
Porque esa fue su elección y es feliz con ella, o no pero es lo que hay.

Ni más, ni menos.


                                                     Qué tiernos.......

martes, 10 de mayo de 2011

Lo tengo claro

He vuelto hace unos días de mis vacaciones, con mi morenito dorado precioso, que se está empezando a descuartizar, y en breve no será más que un recuerdo, como el resto de los estupendos días que pasé en Benidorm, y de los que hablaré largo y tendido en otra ocasión.
Hoy quiero centrarme en la terrible desgracia que se cierne sobre mí, más concretamente sobre mi espalda, que se ha pelado como una gamba, y sobre mi cara, que lleva el mismo camino, como no lo remedie milagrosamente.

Pero tengo claro lo que he de hacer, así que no habrá ningún problema.
Debo ir a una de esas perfumerías a granel que hay en cada ciudad, y comprar la crema que necesito.

Lo único que debo tener claro es la crema que quiero comprar, porque si no, correría el riesgo de que una amable dependienta me haga un placaje en toda regla y termine llevándome una cajita de Chanel que cuesta 218€ ( verídico) y encima creyendo que por ese precio me voy a convertir en Claudia Schiffer.
No, no lo permitiré. Sé de sobra el tipo de crema que necesito y no me voy a dejar engañar.
Lo primero que busco en una crema es que sea muy hidratante, para solucionar los estragos del calor y del sol, pero a la vez tengo que tener cuidado con los antiestéticos brillos que aparecen en la zona "T", por lo que mi crema deberá ser hidratante, pero para pieles mixtas antibrillos.
Bien. Por otro lado hay que tener en cuenta las pequeñas ( y también antiestéticas) arruguitas que nos salen a todas ( no a mí sola) alrededor de los ojos, por lo que mi crema ha de ser muy hidratante, para pieles mixtas antibrillos y con colágeno para el contorno de ojos.
Vamos bien. No menos importante es el tema de la flacidez en el óvalo de la cara ( antiestético que te cagas), por lo que buscaré un crema con baba de caracol que creo que es lo más para eso.
Por lo que resumiendo mi crema será muy hidratante, para pieles mixtas antibrillos, con colágeno para el contorno de ojos y baba de caracol para el óvalo.
Me gustaría que además controlar la luminosidad de mi piel, para parecer radiante ( que es super-estético), y creo que eso sólo lo logra el caviar ( que yo, si me dan a elegir, preferiría comérmelo), por lo que mi maravillosa crema será muy hidratante, para pieles mixtas antibrillos, con colágeno para el contorno de ojos, baba de caracol para el óvalo y caviar para la luminosidad.
Por supuesto no puedo olvidar el cansancio que a veces muestra mi tez así que buscaré la rosa mosqueta que es antifatigué ( que dicen los franceses, que saben mucho de esto).
Por ello mi crema será muy hidrante, para pieles mixtas antibrillos, con colágeno para el contorno, baba de caracol para el óvalo, caviar para la luminosidad, y rosa mosqueta para la fatigué.
Creo que con estas pequeñas indicaciones la amable dependienta de la perfumería a granel, sabrá exactamente lo que necesito, y que será fijo, la de 218€ claro.

Después me pelearé con la amable dependienta, porque yo le diré : perdone señorita, ¿ y la Nivea de toda la vida no hace nada de eso?, o sea, no tiene nada de baba, caviar, rosa, colágeno o algo para la antiestética cara de gilipollas que se me está quedando?
A lo que la YA no tan amable dependienta responderá: ¡Ah¡ bueno¡ Si lo que usted quiere es algo de BAJA gama....
Y eso último me lo escupirá a la cara, como si el establecimiento en cuestión no fuera una perfumería a granel, sino una exclusiva para clientas super estéticamente operadas y de bolsillo desahogado, no como el mío que está a punto de la asfixia. ( no te jode...)

Pero como yo tengo más moral que el Alcoyano, seguiré errre, que erre, hasta lograr llevarme una crema en condiciones.
Ya metidos en harina, y con la dependienta comida la moral y pensando por qué dejaría ella los estudios con lo bien que se le daba la pretecnología, comienza el segundo asalto, que es el tema del pelo.
En esto no hay nada que decir. Sé, como sabía con mi crema, "exactamente" lo que quiero, y así se lo expongo a la sofocada dependienta:
Mira, mona, necesito, un champú, anticaspa, pero de uso diario, que de volumen y evite el encrespamiento a la vez que cuidando el cuero cabelludo me proteja las mechas del calor y me cierre las puntas sin engrasarme las raíces. OK?
Ya con los acondicionadores es otro cantar. Porque a mí me pasa algo curioso que quizá sea fruto de darle a mi pobre pelo mensajes contradictorios y que esto haga que se confunda.
Esto es: Cuando me lavo el pelo con un champú para el liso intenso, y me acondiciono con la mascarilla hidra liso y me añado espuma para un desrizado profesional, me queda el pelo precioso, pero más parezco el del 11811, que Pocahontas ( que era mi meta) y sin embargo, cuando me lavo con el rizo vivo, me acondiciono con la mascarilla caracoles perfectos, y me doy la espuma onda sublime, me queda estupendamente liso como la del telediario de la 1. ¿Será que mi pelo no sabe a qué atenerse?

Todo esto se lo expondré tal cual, a la ahora mismo furiosa dependienta, que está para asesorarme ( y si no que hubiera elegido muerte) porque necesito una solución rápida, drástica, y económica (ja, ja).

Pues bien.
Si el mundo fuera más sencillo, sólo existiera un tipo de crema, un tipo de champú y un tipo de patata (porque manda cojones, que ahora hay seis tipos y una no sabe si escoger uno sólo, o llamar a un porteador para llevarte los tres kilos por cada uno de los seis tipos de patata al hombro¡¡¡), si como digo, sólo se pudiera escoger uno de cada, quizá la cosa nos fuera mejor y habría menos estress y menos suicidios de amables dependientas....en fin....

Menos mal que yo lo tengo claro, porque si no, la visita a la perfumería sería un desastre y la desgracia de mi precioso moreno se cerniría sobre mí irremediablemente.
No hay como ser clara y concisa.
Dí que sí.