jueves, 28 de junio de 2012

El "tontolaba"

Era el día de la semifinal de la Eurocopa.
Hacía mucho calor y mis hijos y yo decidimos ir pronto a la playa. Me pidieron permiso para llevar la camiseta de España, y se lo dí.
-Hoy es el día más propio - pensé.
Estuvimos un rato en la playa, y a la una, cuando hacía ya demasiado calor, y parecía que venía galerna, decidimos marcharnos.
Mis hijos iban delante de mí y les indiqué que pararan para quitarse la arena de los pies. Pasé por delante de un chico joven, en el que no me había fijado, y el chico, que se estaba también calzando, me miró fijamente.
No sé cómo expresarlo, pero vi en su mirada un odio revenido, profundo, y una expresión de repugnancia que me dio mal rollo.
- ¡Joder...!- me espetó.
- No tenías otra camiseta que comprale a tus hijos, la ostia¡¡¡ así nos van las cosas...-sentenció
Me quedé muda, por un instante, no me podía creer que alguien fuera tan "tontolaba".
Me repuse y le contesté:
- Y tú ¿que problema tienes con ello? A ti... ¿qué más te da? Son camisetas de fútbol, por favor.
Vale... no es que fuera una respuesta de concurso, pero es que siempre me pasa lo mismo, se me ocurren cien mil respuestas más ingeniosas que esa cuando ya ha pasado una hora. Pero en fin, ¡qué se le va a hacer!
La verdad es que la cara de asco con la que el chico me miraba, me dio tristeza. Porque es muy triste que alguien se moleste porque mis niños lleven una camiseta de fútbol de una selección, la del país que está más cerca de su casa, la de un país del cual serán muchos conocidos suyos, si no es que sus padres son de Valladolid, que también puede ser.
Me da tristeza que si mis hijos hubieran llevado la camiseta de la selección de Portugal o de Italia, ese chico ni se hubiera fijado en ellos, pero está tan contaminado por sus propias ideas, está tan intoxicado por su propio odio, es tan esclavo de su propia libertad que no soporta que los demás piensen diferente y lo que es peor, no los respeta.
He de decir, que inmediatamente la gente que estaba junto a nosotros empezó a increparle y a decirle que se callara. Le llamaron impresentable, mamarracho...etc y eso hizo que el tío se largara rápido, viendo que no tenía quorum. Son muy valientes ellos.
Digo ellos, los que son como él, los radicales, los batasunos, o como queráis llamarlos, los intransigentes, los que se llenan la boca hablando de democracia, y que creen que la libertad de expresión de los demás termina donde empieza la suya.
Una señora, que era de las que da la razón a todos, incluida a mí, decía:
- Es que lo primero es el respeto, aunque no esté de acuerdo contigo
De acuerdo en qué? El que no se quiera poner una camiseta de España, que no lo haga, pero no tiene que esta ni de acuerdo ni en desacuerdo conmigo, faltaría más.
Yo puedo entender que alguien no se sienta español. No lo comparto, pero puedo entenderlo. Pero lo que no puedo comprender es que les moleste que yo lo sea. Puedo entender que alguien desee con toda su alma que Euskadi sea independiente, que haya una selección de fútbol que compita contra otros países importantes, y que sólo se hable en euskera. Pero no entiendo por qué eso tiene que ser directamente proporcional al odio por el castellano, por España, o por su selección.
Yo he vivido muchos años fuera del País Vasco. Y he vuelto hace un tiempo, y me encanta. Estoy enamorada del paisaje, de la comida, de la nobleza de la gente, de su hospitalidad, y estoy muy orgullosa de ser vasca. Pero también estoy muy orgullosa de ser española, y no me da la gana de tener que renegar de alguna de las dos.
No soy menos vasca, ni de menos categoría, ni tengo menos derechos como vasca que los batasunos, los independentistas o los nacionalistas. Por no hablar euskera perfecto, cosa que estoy intentando, no desmerezco como vasca, ni soy menos digna de ello.
Y , por supuesto lo contrario. Por ser vasca, amar Euskadi, disfrutar de sus paisajes, o de sus costumbres, o cantar canciones en euskera, no soy menos española, ni de menos categoría que los demás españoles. Por tener un apellido vasco, o por decir agur, no soy española de segunda categoría.
Puedo, y quiero ser las dos cosas. Así venga un tontolaba a increparme por animar a la selección, o un fanático me tilde de terrorista por llamarme Gaizka.
Al de ayer le tenía que haber dicho, que sí, que podía haberles comprado otra camiseta, pero es que con la de España, la del Racing de Santander, la del Athletic, la del Madrid, la del Tenerife, la del Liverpool y la de Italia, (que son las que tiene en realidad) me parecía que ya tenían suficientes.
Y le podía haber dicho :
- Que sepas que ser eres. Por mucho que te repatee el hígado, por mucho que te reviente, por más que protestes, toda tu vida, lo vas a ser. Por más que me insultes, que amenaces, que aplaudas cuando las cosas nos vayan mal, o que brindes con champán cuando maten a alguien, por más que te inventes un carnet que ponga que eres vasco, por más que hables en euskera, aunque el pobre tendero sea de Perú (cuando te convenga, porque el de ayer me habló clarito en castellano, para asegurarse de que le entendiera), que sepas que ser eres.
Español, me refiero, además de tontolaba.
Cuando nos marchamos de la playa, con un sabor amargo, los niños iban como con vergüenza por si la gente les miraba mal por llevar esa camiseta, cosa que hasta entonces no se les había ni ocurrido (son niños, por qué se les iba a ocurrir semejante tontería), y yo no sabía como quitar hierro al asunto.
De pronto un coche que nos pasaba se puso a pitar.
- Otro¡¡¡¡- pensé,- pero qué pasa hoy?
Era un coche moderno, negro y el chico que lo conducía un chico joven, como el anterior. Sacó la mano por la ventanilla y nos gritó:
- ¡Aúpa España!
Mis hijos me miraron sonrientes, menos mal, no todo está perdido. Todavía hay esperanzas de que los tontolabas no puedan contaminar al resto de la humanidad. Podemos lograrlo aún.
Además me queda la satisfacción de que ganamos la semifinal, con taquicardias y sudores, pero ganamos, y espero sinceramente que se le cortara la digestión al susodicho, y no pudiera pegar ojo acordándose de la camiseta de mis niños y de la madre que los parió. Sin acritud.
Yo, por cierto dormí estupendamente.

                     
           Dios mío, si hablábamos de fútbol¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

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