jueves, 2 de enero de 2020

Riesgos para mi corazón (1): La Obesidad


Hoy me voy a poner seria. Porque hablar de factores de riesgo cardiovascular no es ninguna broma, y lamentablemente muchos no le dan importancia hasta que ya es demasiado tarde.
¿Qué son los factores de riesgo cardiovascular?
Pues como su nombre indica son hechos, situaciones o estados que aumentan el riesgo de que tu corazón tenga a corto, medio o largo plazo algún problema severo, que pueda comprometer tu bienestar y tu vida.
Existen factores NO modificables, es decir, que no dependen de nuestro comportamiento, como puede ser la edad, el sexo, la raza o la predisposición genética.
Pero en esta serie de artículos quiero hablar de los factores que sí son modificables. Aquellos que dependen de nuestro estilo de vida, de nuestra alimentación, de nuestros hábitos, y que deberíamos conocer para poder cambiarlos si fuera necesario y reducir el riesgo de que nuestro corazón enferme.
¿Qué factores modificables aumentan el riesgo para tu corazón?
  • La obesidad
  • El tabaco y el alcohol
  • El colesterol
  • La diabetes
  • La hipertensión
  • El sedentarismo
  • El estrés y la ansiedad
Los reconoces ¿verdad? Por separado, cada factor tiene más o menos peligrosidad, pero el problema es que habitualmente van juntos, si no todos, al menos un par de ellos, lo que multiplica las posibilidades de tener un problema de salud relacionado con el corazón o los vasos sanguíneos.
Hoy me voy a centrar en la obesidad.
Es un problema visible, que muchos no quieren ver. No queremos ver que tenemos un problema con el peso, relacionado normalmente no solo con la cantidad de comida que ingerimos, sino con la calidad de esa comida y con la falta de actividad física. No queremos ver que nuestros hijos tienen sobrepeso en edades cada vez más tempranas, fruto, igualmente, de una ingesta exagerada de productos ultraprocesados llenos de azúcares y grasas y de una falta de ejercicio. Y no queremos ver, que esos niños obesos serán adultos obesos, cuyo corazón soporta una carga excesiva y es más susceptible a enfermar.
La relación entre la obesidad y el riesgo al corazón es muy compleja, porque se asocia no solo con pesar más de lo recomendable para la talla, edad o constitución de una persona, sino que tiene que ver a su vez con un aumento de las grasas en sangre, o del azúcar, o de la presión arterial (busca en Promofarma productos que te ayudan), además de inflamaciones subclínicas, apneas del sueño o riesgo de trombos en la sangre.
Además, la presencia de grasa alrededor de órganos vitales, como el hígado, los riñones, el bazo… se asocia con el “síndrome metabólico” que produce un conjunto de problemas de salud por el mal funcionamiento de dichos órganos y sus consecuencias en el organismo.
Para que lo entiendas mejor:
No se trata de unos kilos que afean tu figura o te hacen comprarte pantalones de una talla más. No. Se trata de que si comes lo que te apetece y te da igual si estás o no en tu peso, tampoco serás una persona muy activa, y posiblemente tengas otros hábitos que hacen daño, como el alcohol o el tabaco, y no sabrás si tienes o no la tensión alta, porque no te la tomas (por si acaso) y no te harás analíticas hasta que te encuentres mal, y entonces quizá sea demasiado tarde.
Y lo más grave de todo es que modificarlo no supone ningún esfuerzo ímprobo e inaguantable. Simplemente debes mejorar tus hábitos de alimentación y hacer algo de ejercicio físico. Y si no puedes solo contacta con un nutricionista o endocrino de confianza. Ellos te ayudarán.
Para lo primero te doy unas pistas súper fáciles:
  • Mete verduras en todas tus comidas. Como si no hubiera un mañana. En ensalada, en puré o cocida. La que te guste. Así te saciarás sin aportar demasiadas calorías y llenándote de minerales y vitaminas.
  • Bebe agua. Ni refrescos, ni alcohol. Siempre agua. Las demás bebidas solo para ocasiones puntuales.
Si te apetece toma una infusión tras la comida. Sin azúcar. Así aportas más agua a la dieta. ¿Conoces las de tu tienda natural Xtusalud?
  • El postre siempre fruta. Entera, no en zumo. La que te guste más. Si no tomas postre déjalo para la merienda o a media mañana.
  • No tomes bollería industrial ni dulces. Si eran tu desayuno cámbialo por pan integral (con aceite, con huevo, con aguacate, con salmón, con queso fresco…). Y si no puedes pasar sin un dulce hazlo en casa. Con aceite de oliva, harinas integrales y menos azúcar.
  • Los ultraprocesados, como congelados (pizzas, fritos…) o los embutidos o carnes procesadas (hamburguesas, san jacobos…) sólo muy de vez en cuando. De verdad, si va en caja, mejor que no lo tomes.
  • Come en plato pequeño. No te sirvas hasta el borde y no repitas. Quédate “ligeramente” insatisfecho. Ya, al principio cuesta un poco, pero así no te quedarás como una boa después de comer.
En cuanto al ejercicio, si no eres nada deportista, empieza poco a poco, buscando la actividad que más te guste: caminar, correr, jugar al pádel, al tenis, nadar o bailar.
Haz una media hora al día o tres horas a la semana. Si vas a baile dos horas, con otro rato que salgas a caminar ya lo tendrás. ¿Ves como no es tan difícil? No se trata de ser olímpico, sino de no pasarte la tarde en el sofá.
Tómatelo en serio. La obesidad acarrea un montón de problemas que pueden ser graves. Si quieres quedarte tranquilo y garantizar la tranquilidad de tu familia contrata un seguro a tu medida.
Xtusalud y la de los tuyos.

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