viernes, 22 de julio de 2011

La toilet

Los hombres se quejan muy a menudo, de que las mujeres vamos en comandita al cuarto de baño de los bares principalmente, y es completamente cierto que así lo hacemos, aunque no estoy en absoluto de acuerdo con que ellos deban criticar esa conducta.
Primero: Porque salvo que vayamos en tropel a meternos en el de los chicos (cosa que sólo hacemos en caso de extrema necesidad y/o urgencia, ya que los baños de los chicos nos dan más asco incluso que la mayoría de los de las chicas), no sé en qué les repercute a ellos que vayamos de tres en tres.
Vale, si un tío está con tres mujeres y le dejan solo para ir todas al baño, pues sí, es como de mala educación, pero eso no es que suceda normalmente.
Segundo: Porque los hombres no conocen nuestras más íntimas razones para hacerlo, y como siempre no preguntan, no vaya a ser que tengamos razón y eso les fastidia mucho.
Por ello, y en aras a la normalización entre las relaciones chico-chica, voy a intentar explicar por qué las mujeres vamos en grupos de a dos o más a la toilet.
Como siempre, la experiencia es la madre de todas las ciencias, así que contaré en primera persona mi terrible visión del asunto.
Hace muchos años, mis amigos y yo solíamos ir a un pub ( que no bar) en Laredo, a tomar unas copillas y bailar un rato. Digo pub, porque tenía luces bajas y focos de colores, música del momento, una mini pista de baile y no se tomaban cafés, ni cañas, sino copazos.
Además no había nadie hasta la una de la madrugada.
El pub en cuestión era agradable y lo pasábamos bien.
El baño era otra cuestión. Era, realmente, tremebundo.
Para empezar, y aunque parezca extraño, es más habitual de lo que debería, no tenía pestillo. Así que una debía calcular la distancia hasta la puerta y estirar el brazo, mientras orinabas. Pero la cuestión era que el baño era largo y estrecho, y las bracicortis como yo, no llegábamos ni pa atrás a la puerta, con lo que manteníamos la mano, con el dedo índice lo más estirado posible, a cierta distancia de la puerta, suficiente para que se abriera un poco y avisar a la intrusa de que estaba ocupado.
El siguiente problema, no por ello menos importante, era que no había water.
¿Cómooooorrrrrrr? Diréis. Pues sí, cierto.
Tenía una especie de plato de ducha con un agujero en medio y dos huellas a los lados donde se suponía que debías posar los pies, pero que por supuesto yo no ponía ni de coña, porque como podréis imaginar, la puntería con tres copas, de la mayoría de las usuarias era bastante pobre, así que tenías que abrir las piernas unos treinta centímetros más, y rezar por encajar el chorrito en el agujero, si no querías salpicarte hasta las cejas ( siento ser tan gráfica, pero es lo que hay).
En invierno con botas, no parecía tan terrible, pero en verano con sandalias era mucho peor, y las alpargatas estaban totalmente prohibidas.
La cuestión era que, al abrir más las piernas, tu base de sustentación era mayor, pero tu brazo se quedaba a más distancia de la puerta, por lo que si alguna intentaba abrirla con un poco de ímpetu, la posibilidad de caerte al plato de ducha, y por ende, tener que amputarte de la cintura para abajo era muy alta.
Los problemas no acababan ahí. No señor.
Tampoco había una percha donde colgar el bolso o el abrigo, por lo que el bolso se ponía colgado del cuello, balanceándose adelante y atrás, y el abrigo, como no podías quitártelo, te lo subías por encima de la cabeza.
Imaginen el cuadro.
Además, por supuesto, al bajarse los pantalones, no podíamos permitir de ninguna manera que la pernera tocara el suelo, porque corría el riesgo de desintegrarse, así que primero nos remangábamos los pantalones hasta la rodilla y luego nos bajábamos las braguitas hasta medio muslo, e intentábamos con una mano sujetar la ropa y con la otra sujetarnos a la pared para no caernos ( ya hemos dicho que eso era muy grave).
A todo esto, lo de que hubiera papel, incluso hoy en día es una quimera, en aquella época más, así que tenías que intentar sacar un "kleenex" del bolso sin que se cayera el monedero al charco ( no, por favor, eso sería una catástrofe), limpiarte a ojo, porque entre la postura, el bolso colgando y el abrigo por la cabeza, tu ángulo de visión estaba un poquitín comprometido, y finalmente decidir qué hacías con el papelito.
Y esa era una decisión importante. Si lo echabas al agujero, las posiblilidades de que al tirar de la cadena (literalmente, que colgaba del techo) el plato se inundara y tuvieras que salir nadando del baño eran más que ciertas, pero si no había papelera o contenedor para los tampax (que en esas condiciones de baño era lo más normal) tenías que guardarte el "kleenex" mojado y tirarlo más tarde.
A estas alturas de la película, ya todo te daba igual. Habías conseguido hacer pis y un papelillo mojado era lo menos importante.
El lavabo, o no existía o no tenía agua, y si la tenía, of course, no había para secarse...pero qué más daba ya?
No habías logrado tu objetivo? Pues eso.
Todo esto sucedía si sólo quería hacer pis. Porque si tus necesidades eran mayores o debías cambiarte el tampón, entonces era misión imposible. Mejor irse a otro bar, indiscutiblemente.

¿Ven, señores, por qué las mujeres tenemos que ir acompañadas a la toilet?
¿Se dan cuenta ahora, de que una o dos personas de ayuda se hacen imprescindibles para pasar este trance y salir indemnes?
Y, sean sinceros ¿ No les damos una pena horrible por tener que pasar por estas espantosas situaciones, cuando los hombres pueden ir a baño sin soltar la copa?
Espero y deseo, que a partir de ahora, no vuelvan a mirarnos mal cuando vayamos en grupo a retrete, sino que nos aplaudan por ser tan valientes.
¿ o no?


Este sí que me mola, con todo lo necesario para que sea agradable, no un sufrimiento.

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