Cuando llega la época de la Navidad, o sea, en Octubre, casi, podemos distinguir enseguida a dos tipos de personas.
Las "jartibles" como diría Carlos Herrea, a los que les encanta la Navidad, las luces, los villancicos,los anuncios empalagosos, los polvorones, las películas temáticas y la lotería, y los otros "jartibles" que odian esta época y no soportan que se les menciona nada relacionado.
Mi padre, por ejemplo, es más del primer grupo.
De hecho, si mi madre le dejara, o mejor dicho, si viviera en Estados Unidos, y mi madre le dejara, pondría un reno iluminado en el tejado de casa, y fuera de toda dura, en todo el barrio, la iluminación de casa de mis padres sería una auténtica sensación.
Huelga decir que se oirían villancicos por los altavoces que habría colocado en el alero, y el jardín parecería Laponia, con nieve artificial y todo.
Yo, en cambio, soy más del otro grupo.
No es que sea de los que celebrarían el solsticio de invierno, en vez de la Navidad, porque su ateísmo recalcitrante no les permite ver un nacimiento sin que les salga urticaria.
No. Yo respeto el ambiente religioso, o lo poco que queda del mismo, y me parece perfecto que los que quieran la celebren.
Pero es que el resto no tenemos ninguna escapatoria....
Desde Octubre, que los anuncios de la tele empiezan a cambiar y sospechosamente sólo salen colonias, como si de pronto la humanidad oliera mal, empiezo a ponerme nerviosa, a estresarme pensando en qué regalaré, con qué lo pagaré, dónde estaré, con quién estaré...y me entran unas ganas irrefrenables de darme con una sartén en la cabeza, a ver si me quedo en coma hasta el siete de Enero.
Y es que le pese a quien le pese, hay una verdad como un templo:
En Navidad, comemos lo que no debemos, gastamos lo que no tenemos, y nos terminamos siempre juntando con alguno que no queremos....
Y eso sí, con buena cara, porque el simulacro de amor y paz cuenta para nota.
Resulta que en verano, que es la época que a mí me gusta, uno se relaja y lo pasa bien. Y tan bien lo pasa, y tanto se relaja, que en septiembre nos entra el canguelo porque los pantalones de pana no nos atan, y empezamos un régimen comunista puro...que dura hasta Diciembre.
Así que en Diciembre estamos estupendas, y con un hambre de la pera, y para saciarla, nos ponemos tibios de polvorones, mazapanes, roscón y cuanto pase por delante de las narices.
De modo que en Enero, nos entra de nuevo el canguelo y volvemos al régimen comunista estricto que durará hasta Junio, cuando nos relajamos.
Y así sucesivamente...capisci?
Otra atrocidad navideña son los "amigos invisibles".
Que digo yo, que por qué no se hacen en junio, a mitad de año, para recibir un regalito en unas fechas en las que no hay ni día de la madre, ni de enamorados, ni nada.
Pues no, tienen que ser por pelotas todos en Navidad.
Y entre la familia no hay tanto problema...pero..y el amigo invisible de la oficina? en el que siempre te toca uno con el que no has hablado en tu vida? y que no tienes ni puñetera idea de qué comprarle con 5 míseros euros?
Terrorífico.Te pasas una semana volviéndote loca para encontrar algo que no parezca muy cutre, y a ti te cae una mini fondue de porcelana con una vela, del chino, of course, que no funde ni un bombón sacado del bolsillo, o te toca un CD, de refrito, de Batuca o de Zumba, que no sabes ni lo que es.
Otro tema muy interesante en Navidad, es decidir el presupuesto que te vas a gastar en regalos.
A todos nos encantaría tener dinero a espuertas para no pensar en lo que vale cada cosa y hacer el regalo que de verdad te pide el cuerpo para cada persona. Quizá con alguno seríamos muy generosos y con otros no tanto, pero es lo que hay.
Lo que sucede es que normalmente el presupuesto es bastante limitado y tienes que hacer cálculos a diestro y siniestro para que todos puedan tener un regalo algo mejor que la fondue de chocolate del chino.
Y siempre terminas gastando más de lo que querías, con lo que las rebajas de Enero no las verás ni en pintura, claro, y encima tú terminas con unos preciosísimos calcetines nuevos, el consabido paraguas, tres o cuatro bufandas, una o dos colonias con desodorante, que mosquea un poco, y una carísima pala de pádel, que tu marido ha pedido a Melchor, aunque no sabes muy bien por qué. ¿?
Y qué me decís de las cenas de empresa?
En serio, son muy lamentables.
Todos los empleados haciendo el subnormal alrededor del jefe que se hace el borracho, pero que en realidad está tomando nota de todo,y el lunes sus vais a cagar.
Cenas un menú infumable por el que te sacan cuarenta euros, y tienes una conversación apasionante con el conserje de la empresa, al que te parece que es la primera vez que ves en tu vida, pero que se sabe tu currículum al dedillo y no te suelta en dos horas, hablándote hasta de política, a una dudosa distancia de seguridad, mientras tú intentas respirar con la boca abierta porque como vuelvas a hacerlo por la nariz, vas a vomitar irremediablemente encima del susodicho.
Pero cualquiera dice que no puedes ir a la cena....te fusilan....eres el rarito....y ya nadie más te vuelve a hablar de nada que no sea estrictamente laboral.
También está el fascinante mundo de la lotería.
Como si no fuera suficiente el dineral que te gastas en comer, y en los regalos, es impepinable comprar lotería de todos, y cuando digo todos, digo TODOS, los establecimientos a los que vas habitualmente, no vaya a ser que le toque al pesado del panadero, y tú seas la única del barrio sin premio.
Pero es que no sólo es la panadería, sino la pelu, la cafetería de la esquina, la pescadería, la charcutería, el del periódico, la farmacia, el super, la sucursal del banco, etc, etc, etc.
Una ruina vamos.
Y no se te ocurra entrar a un sitio nuevo en todo el mes de Diciembre, porque tendrás que comprar lotería también de ahí, por siaca.
Luego no te toca ni de coña, y el día 22 es una tortura de día, en el que todo el mundo se auto-contenta diciendo que de salud están bien, que es lo que importa, porque no les ha tocado ni la devolución.
Y tú vuelves a guardar tus ilusiones en un cajón, hasta que las saques de nuevo el año que viene por estas fechas.
De todos modos lo más difícil y peliagudo de la Navidad es no terminar discutiendo con medio mundo para ponerte de acuerdo en el menú, el lugar de encuentro y el día, entre otras cosas.
Porque normalmente debes repartirte entre varias secciones familiares, o varias familias, y es matemáticamente imposible, repito, imposible, salir indemne de esas negociaciones.
Así que con los años eso te va minando la moral, y llega un momento en el que te pones mala sólo de pensar que vas a tener un cristo, por intentar juntar a la familia, y que todos tus esfuerzos por llegar a tiempo, porque los niños estén juntos y por tener una comida en paz van a ser en vano, una vez más, y terminas por querer que pase todo lo más deprisa posible, causando el menor daño.
No quiero ser cansina con mi animadversión por la Navidad.
Entiendo y envidio a las personas que disfrutan de estos días, que se ilusionan con el porompompero, aunque lo cante Raphael, que les encantan las calles decoradas, y van al Parque Infantil, aunque tengan treinta años.
Entiendo, comparto y envidio que estén deseando celebrar estas fiestas, sin echar de menos a los que no están, porque se tuvieron que ir, y es ley de vida, y porque en su lugar vuelve a haber niños ilusionados que viven cada momento mágico como si fuera el primero y el último.
Este año a los reyes, le voy a pedir un poquito de eso. Que me visite el espíritu de las Navidades pasadas, para que recuerde lo bien que lo pasaba antes y el de las Navidades futuras, para que compruebe que si yo no estoy en ellas, alguien me echará de menos. O al menos eso espero.
Pero como lo cortés no quita lo valiente...
de verdad, de la buena, os deseo a totus tuus unas ¡¡¡¡¡¡¡Felices Fiestas!!!!!!!
Hombre, con este tipo de aliciente, igual la cosa cambia, no?
A que al final me va a gustar la Navidad?
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