En unos días nos vamos de vacaciones.
Sí, ya sé que me pega, por lo glamurosa que se supone que soy, que mis vacaciones vayan de acuerdo con las expectativas que levanto, pero ya se sabe, no hay que ser buena sino parecerlo, por lo que, aunque me joda, mis vacaciones se van a parecer más a las de Belén Esteban ( ya está aquí otra vez) que a las de la Lomana.
Y no me quejo, que conste. Con los tiempos que corren, más vale pájaro en mano, que vacaciones volando, así que mientras ahorro para irme al Caribe, me conformaré, y encantada de la vida, con irme a Benidorm.
Disfrutaré de lo lindo en un hotelito de tropecientasmil habitaciones, lleno hasta los topes, donde para coger el ascensor tienes que esperar una cola como la de las oficinas de la Seguridad Social en Madrid, y como te esté dando un apretón, ya puedes dejar tu orgullo a un lado ( ese que te dice: yo no cago mas que en mi water) e ir al baño del vestíbulo, o vas a subir los veinte pisos con el culo prieto y deseando que los diez que van contigo tengan sinusitis.
Estaré encantada de pelearme a las ocho de la mañana por un huequito en la piscina, donde colocar una mísera hamaca, mientras un inglés del color del Surimi lleva ya dos horas sin parpadear, y no sabes si estará bien o llevará allí petrificado desde ayer. Pero con mi inglés de Cambrige, le diré : excuse me, sir, you are a bit congestionate and is peligrous to be so red. I think you must throw in your burned body protective cream.
Tras lo cual, me iré contenta de haber ayudado a un inmigrante en problemas.
Me entusiasmará tener que comer a la 13h, si es que quiero realmente comer, porque como se me ocurra apurar hasta las tres menos cuarto, en el buffet quedará una croqueta apachurrada ( y posiblemente por un pie) y dos lonchas de queso tiesas que suplican que te las comas o van a volver a tener que salir por la noche.
Y tras media hora de cola en la puerta del comedor, (cosa que es terriblemente penosa, porque más que unas vacaciones, parece Auswich, por la pinta que tenemos y por cómo se tira la peña hacia las bandejas, como si no fuéramos o comer nunca más en la vida, o acabáramos de llegar de la Isla de los famosos), entonces podremos entrar en una sala enorme, que recuerda al comedor social en el que mi abuela ayudaba a los de Viafra, donde veremos señoras llenándose el bolso de fruta que no van a comer, o señores llevando platos con docenas de dulces que luego dejan en la mesa, o niños odiosos, sudados y tocapelotas, que se levantan cien veces y se lanzan a por las pizzas sin importarles llevarse por delante a dos ancianitas ( con el bolso lleno) y tres camareras ( que se quieren suicidar).
Y lo que más me molará de todo es bailar los pajaritos después de cenar mientras me tomo mi copichuela, con seis parejas de señores que en total juntan doscientos cincuenta años. Por cierto, Mª Jesús no se ahorcó con el acordeón, eso era una leyenda urbana, sigue viva y lo juro, tocando los pajaritos.
Pero, en serio, estoy deseando ir, porque tengo mono de vacaciones chancleteras, de playita y olor a coco, y sobre todo de estar con mis hijos, y mi marido, a los que echo de menos y de más todos los días y de disfrutar, comer y descansar todo lo que podamos. Y Benidorm es el mejor sitio para eso.
Cuando quiera un viaje cultureta me iré a ver las Edades del Hombre, y cuando tenga pasta a New York (que ya lo conozco y seguirá igual cuando vuelva con mis hijos).
Pero ahora no, ahora toca lo que toca, y estoy feliz por ello...
Nos vemos a la vuelta..............
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