Querido Julen:
Tú eres el más pequeño de la familia y el que menos tiempo has pasado con el Aitite.
Por eso hoy te quiero hablar de él, para que le conozcas un poco más y entre todos logremos crear recuerdos bonitos que se queden contigo para siempre.
Lo primero que tienes que saber es que el Aitite te quería con locura. Eras su pequeño "Julen Guerreo" particular, y eras el único que en los últimos momentos lograba sacarle una sonrisa.
El Aitite tenía un genio importante, eso te lo perdiste y cuando se enfadaba gritaba mucho y la Tata y yo prometíamos que no íbamos a volver a hablarle jamás en la vida. Pero a los diez minutos venía a pedirnos perdón (esa virtud sí que la tenía) y toda nuestra determinación se desmoronaba. Y es que el Aitite era de Deusto, de la "Quinta Barriada" y eso, al parecer, imprime carácter.
No se podía pasear con él por ninguna parte. Ni por Ereaga ni por Benidorm, ni por Tenerife, porque cada cinco metros se encontraba con algún conocido, un íntimo amigo suyo, al que no veía hacía treinta años, pero se acordaba perfectamente del nombre y los apellidos, de su novia y de su hermana, de la calle en la que vivía y del equipo de fútbol en el que jugaba.
Contaba unos chiste malísimos, y larguísimos, y la Yaya le decía: Iñaki, no cuentes chistes verdes, que hay niños. Y él le respondía: Mariví, por favor, si no lo has entendido.
Te habría organizado unas fiestas de cumpleaños fabulosas. Eso sí, nos habría puesto a todos a inflar globos como locos, y habría comprado 30 litros de "Gliscola", que no hay quien se la beba pero era la más barata. Y es que el aitite era un poco exagerado. He comentado ya que era de Deusto? Pues eso.
Si hubieras tocado un instrumento le habría encantado escucharte, aunque se hubiera tenido que esconder en una esquina del salón, como hacía conmigo, porque sabía que me daba vergüenza tocar delante de él.
Y si hubieras practicado algún deporte habría sido tu mayor fan. Y te hubiera llevado a jugar todos los findes, como hacía con tu aita y con la Tata. Y se habría levantado encantado un sábado a las ocho de la mañana para ir al quinto pino, con lluvia, frío o nieve, para verte perder 10-0, como hacía con Alex y con Nacho, con tal de darte al final un kitkat por el esfuerzo. O habría ido a las tres de la tarde a una piscina a cuarenta grados, para verte nadar diez segundos, como hacía con Iker, con Irati y con Jon, con tal de darte el consabido y derretido kitkat.
Y si hubieras tenido un accidente se habría puesto histérico, porque eso lo llevaba fatal, pero te habría llevado en volandas a urgencias como hacía con tu aita cuando le daba la alergia, o te habría sujetado en Solpico durante horas como hizo con la Tata o te habría cogido la mano toda la tarde como hizo conmigo cuando di a luz.
Y es que éramos lo más importante en su vida y lo único que necesitaba era vernos felices.
Cariño, yo no se si hay un cielo, tengo muchas dudas, pero si lo hay seguro que el Aitite se habrá hecho de la cuadrilla de San Mamés y estará tomando chiquitos a ver si nos echa una mano, y le habrá prometido a San Pedro que va a tener el cielo recogido y ordenado, con tal de que le deje estar en primera fila.
Tu primo dice que tú eres como eres en parte gracias tu padre, y él es como es gracias en parte al Aitite. Así que todos tenemos dentro un trocito de Iñaki, y eso, unido a los recuerdos que vamos a construir juntos hará que nunca se vaya del todo.
Papá, ¿recuerdas el "Hotel Marygold"? ¿Que por cierto yo te recomendé y no te gustó mucho?
En esa peli decían:
"Al final, todo saldrá bien. Y si no sale bien es que aún no es el final."
Es solo parte del camino. Un camino lleno de anécdotas, lleno de recuerdos y lleno de vida que seguiremos recorriendo juntos hasta que nos toque acompañarte.
Julen, grita conmigo:
Hasta luego papá, Aitite, tío Iñaki, Pata. No te imaginas cuánto amor te llevas.